sábado, 20 de enero de 2018

El silencio de la mente y la cueva de los monos

Cuando estaba aprendiendo a meditar, me habían dicho que para que tuviera éxito en la meditación y poder contactar con mi interior, la mente debía estar en blanco, debía estar en calma y silencio y que me centrara en la respiración para acallarla.

Ya sin haberlo experimentado me dije: vaya reto..! Si normalmente no paro de hablar y la actividad en mi cabeza es aún mayor, vamos a ver cómo logro esto. Como si hubiera un interruptor... me dije a mí misma.

En fin, luego de varios intentos (por supuesto, totalmente fallidos), seguí recibiendo información de distintas fuentes, sobre cómo la mente nos aleja del momento presente, del ahora, que es el momento en el que transcurre la vida. La mente se mantiene pensando en el pasado o en el futuro.  Hay una frase para esto: “La depresión es exceso de pasado, la ansiedad exceso de futuro, el presente es estar en paz”. Desconozco el autor.

Claro que en estos temas como la depresión y la ansiedad no podemos generalizar y son diversos los factores que influyen, pero no es de esto de lo que quiero hablar, sino de que muchos de nuestros pensamientos se centran en hechos del pasado que son dolorosos, y que nos producen tristeza, rabia, vergüenza. Cuando se centran en exceso, en lo que pasará en el futuro, se genera preocupación y esto a su vez, ansiedad.

La batalla contra la mente.


Con todo esto sobre el tapete, empecé una batalla contra mi mente... Cada vez que trataba de estar relajada y en silencio, para conectar con el presente y con mi interior, de la nada, aparecía un pensamiento (p.e. no puedo llegar tarde a la reunión, no he comprado el regalo de cumpleaños de mamá, hace tiempo que no veo a mi amiga, tengo que pedir cita con el médico y un laaaargo etcétera), me llenaba de rabia e impotencia por no poder "controlar" mi mente y la creía "culpable" de no poder avanzar en mi camino de crecimiento personal. Incluso dije un día para mis adentros, hablándole a mi mente: "Para ya! Que me vas a volver loca!" Y si, la verdad, ¿a quién se le ocurre luchar contra su propia mente? Pues eso era lo que estaba haciendo.

Por suerte, antes de volverme más desequilibrada de lo que estaba (por decirlo bonito), escuché una parábola que me ayudó a poner todo en perspectiva y que va más o menos así:

Un discípulo muy aplicado decía haber dominado la práctica de la meditación y había probado distintos métodos para hacerlo. Un día, escuchó que en una montaña vivía el gran maestro de la meditación. Se decía que este maestro conocía el mejor método para meditar. Entonces, el discípulo fue a la montaña y  pidió al maestro que lo entrenara. El maestro le dijo: "Solo debes permanecer 3 días meditando en esa cueva" ¿Eso es todo?, preguntó el discípulo. No, hay una sola condición, dijo el maestro: debes pasar esos 3 días meditando, sin pensar en un solo momento en monos... Como era de esperarse, el discípulo pasó 3 largos días pensando en monos...

Esto nos demuestra la forma en la que funciona nuestra mente, o mejor dicho, la forma en la que está habituada a funcionar. La gente de marketing lo sabe muy bien. Ellos tienen claro que debes centrarte en lo que sí quieres y no en lo que deseas evitar. Tal como lo decía la madre Teresa De Calcuta: No me invites a una marcha contra la guerra, invítame a una marcha por la paz.

El Poder del Ahora


Desde ese día cambió mi perspectiva sobre el tema, al tiempo que llegó a mis manos una gran guía: el libro de Eckhart Tolle llamado: "El Poder Del Ahora".

Aunque suene obvio, empecé a ver a mi mente como la gran aliada que es, como una parte esencial de mí para desenvolverme en la cotidianidad, en los procesos de cálculo, lógica, planificación, estrategia, creatividad, etc. Solo que esta vez me di cuenta de que no soy solo mi mente, no soy mis pensamientos y que no en todas las áreas y momentos de mi vida debe intervenir mi mente racional, la lógica o el cálculo mental. Me percaté de que había habituado a mi mente a estar hiperactiva desde la racionalidad y la lógica en todos los espacios de mi existencia.

Debía reentrenarla entonces, amorosamente, para ocupar los espacios que le corresponden, sin invadir otros. Por ejemplo, no necesito resolver con lógica ninguna situación, mientras estoy contemplando la belleza y la magia de un atardecer. Esa es una meditación activa. La mente racional no entiende la belleza y los efectos que produce en nuestro interior, ni tiene por qué "entenderla". Es algo que se vive, que se siente y que nos conecta con otras dimensiones de nuestro Ser. No necesito pensar en mi problema de pareja mientras preparo una pizza, no necesito pensar en lo que pasaría si aplazo un examen mientras voy conduciendo, etc.

He aprendido que si me centro en acallar mi mente para poder estar en silencio y quietud, solo conseguiré que mi mente haga más ruido.

Hay una frase del escritor francés Jean de La Fontaine, incluida estupendamente en una película de dibujos animados (Kung Fu Panda), que también se relaciona con el tema, aún cuando no creo en la visión tradicional de la palabra "destino", aquí se las dejo: "A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo."

Ahora, cuando se presenta en mí un pensamiento racional en un momento en el que no es necesario o simplemente no es su momento, lo observo con una mirada compasiva y lo dejo pasar sin juicio ni calificación de tipo alguno (esto fue lo más difícil), para luego centrar mi atención en lo sensorial y en todo lo que el momento presente tiene para ofrecerme, tomo una respiración profunda y me permito Ser. No lo logro con la frecuencia que quisiera, pero una de las cosas que he aprendido de la experiencia, es la reconciliación con una parte de mi.


Aceptarme incondicionalmente empieza por conocer bien qué es lo que tengo que aceptar (autoconocimiento) y luego, reconocer y aceptar tanto mi luz como mi sombra, pero este es tema de otro artículo.

jueves, 11 de enero de 2018

Ciencia, espiritualidad y religión

Ante todo, deseo abordar este tema, al igual que los demás, a la luz de mis experiencias personales en el camino del crecimiento personal. Hago la aclaratoria porque este artículo no pretende instruir ni mucho menos convencer a nadie de alguna verdad.

Honro las creencias y elecciones que cada quien pueda tener en estos aspectos, así como el nivel de conciencia que lo ha llevado a tomar, mantener o cambiar su elección. Considero que en el mundo entero, las claves para todo entendimiento siguen siendo el respeto y la tolerancia.

Si hay algo a lo que nos debemos mostrar intolerantes, es a la violencia. De manera que solo pretendo compartir las conclusiones a las que he llegado al día de hoy y que pueden no ser las mismas mañana.

Son muchos quienes creen que hablar de espiritualidad es hablar de religión. La religión, en general (que no hay concepto exacto), es la organización estructurada de creencias y prácticas comunes en torno a lo "divino". A través de estas creencias y prácticas se procura regular la relación del ser humano con lo divino o lo sobrenatural.

Para mí la espiritualidad es todo aquello que te lleva a conectar y a dejar salir (para actuar en consecuencia), la sabiduría, el amor, la compasión, la paciencia, la humildad y todos aquellos atributos maestros que existen en nuestro interior, siendo la meditación y la naturaleza unas grandes maestras para lograrlo. Por tanto, se puede cultivar la espiritualidad, lejos de las creencias religiosas.

De hecho, a lo largo de mi vida he conocido a muchas personas que no profesan ninguna fe religiosa o que incluso se llaman a sí mismas "ateas", que están más cerca de la espiritualidad, la iluminación o una conciencia elevada, que muchos religiosos practicantes.

Ahora bien, el concepto que más me gusta usar es el de "evolución de la conciencia", para evitar las confusiones que otros términos pueden ocasionar en relación a prejuicios y creencias y porque ciertamente me parece el más acertado.

Lo que sí considero que están más estrechamente relacionadas son la ciencia y la espiritualidad.


Aquello que llamamos milagros, espiritual o sobrenatural, tiene fundamentos científicos aún no descubiertos (aunque ya hay grandes avances), y a medida que evolucione la ciencia y el estado de la tecnología, se irá conociendo su funcionamiento y revolucionará los campos de la ciencia, en especial el de la medicina.

Hace 200 años, el ver la imagen de alguien hablando a través de un teléfono celular podía ser considerado un truco de magia, un milagro o un objeto del "demonio" que atrapa almas. Probablemente en tan solo 50 años (que no es nada para la historia de la humanidad), muchas de nuestras creencias y enfoques habrán cambiado radicalmente, en especial en torno a las creencias que tenemos de los procesos de autosanación.


Y cuando hablo de ciencia no me refiero a la concepción Newtoniana de la realidad, que se centra en lo material y "tangible". 

Hablo de la ciencia del siglo XXI que evoluciona con la física cuántica y que ha demostrado que en lo micro, la realidad del átomo y del mundo subatómico, es que todo es energía como bien lo afirmaba Albert Einstein. 

Somos seres energéticos, físicos, emocionales y mentales. Somos Seres integrales y a medida que la ciencia y la comprensión humana aborden todas estas dimensiones del Ser como un todo, podremos desarrollar mayores y mejores potencialidades.

miércoles, 10 de enero de 2018

El crecimiento personal y la cotidianidad


LA FÁBULA DEL ERMITAÑO: Demasiado trabajo por hacer...

Deseo compartir una parábola que resume una buena parte del trabajo de crecimiento personal, o al menos de lo que esperamos lograr en nuestra cotidianidad cuando lo acometemos.

Algunos pueden elegir aislarse o no del mundo para hacerlo y no digo que en ocasiones no pueda ser aconsejable hacer ciertas pausas o tener momentos de aislamiento, pero a mi juicio, estamos más llamados a trabajar en nosotros mismos, cuando lo hacemos conectados con quienes nos rodean. Son, sin duda alguna, nuestros familiares, nuestra pareja, nuestros hijos, grandes "maestros" en este sentido, quienes más nos motivan, de una forma u otra, a realizar este trabajo de crecimiento personal.

Así entonces: 

"Un viejo ermitaño, se refugiaba en la montaña para dedicarse a meditar y hacer penitencia.

Un día, una persona le preguntó: ¿Cómo puede tener tanto trabajo si vive en soledad?
Él contestó: “Tengo que entrenar a dos halcones y a dos águilas, tranquilizar a dos conejos, disciplinar una serpiente, motivar a un asno y domar a un león.

No veo ningún animal por aquí, ¿dónde están?

El ermitaño le dijo:
Estos animales que he dicho los llevamos todos dentro.

Los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo, tengo que entrenarlos para que se lancen sobre cosas buenas:
Son mis ojos.

Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan, tengo que entrenarlas para que se pongan al servicio y ayuden sin hacer daño:
Son mis manos.

Los conejos quieren ir donde ellos quieran, quieren esquivar las situaciones difíciles, tengo que enseñarles a estar tranquilos aunque haya sufrimiento, problema o cualquier cosa que no me gusta:
Son mis pies.

Lo más difícil es vigilar la serpiente, está encerrada en una fuerte jaula, pero ella siempre está lista para morder y envenenar a cualquiera que esté cerca, por ello tengo que disciplinarla:
Es mi lengua.

El burro es obstinado, no quiere cumplir con su deber, siempre está cansado y se niega a llevar su carga cada día:
Es mi cuerpo.


Por último necesito domar al león, quiere ser el rey, el primero , el vanidoso, el orgulloso, se cree el mejor:
Es mi EGO.

Como ve, tengo demasiado trabajo por hacer".

miércoles, 3 de enero de 2018

La búsqueda y muerte del Maestro

Uno de los primeros retos que enfrenta el buscador, el que inicia el camino del crecimiento personal, es la idea de que allá afuera hay un mesías, hay un maestro que sabe más que él y que por tanto, lo necesita para poder aprender y avanzar. 

Es la representación del mesianismo. La idea de que llegará un mesías, un héroe a salvarnos o rescatarnos y a decirnos lo que debemos hacer. Nos sentimos más llenos de dudas y preguntas que de respuestas, y por ello, nos predisponemos a calificar de "Maestro" a la primera persona que aparece en el camino y que al menos en apariencia, sabe más o está más experimentado que nosotros. 

En este punto, solemos estar a merced de personas que de manera consciente o inconsciente, se autoproclaman nuestros guías y les permitimos marcar pautas y directrices en nuestra vida, entregándoles nuestro poder.

Luego ocurre lo inevitable: nos decepcionamos rápidamente cuando nos percatamos que este "maestro" es tan humano como nosotros y que tiene sus propias dudas y sombras. Normalmente esto nos hace sentir culpables y disparamos todas las críticas sobre el que un día consideramos nuestro maestro y sobre nosotros mismos, por haberle seguido o creído. 


Distinguir el mensaje del mensajero...


Es entonces cuando solemos confundir el mensaje con el mensajero y cualquier cosa que hayamos podido aprender de la experiencia y que haya podido provenir de este maestro, le restamos valor, lo rechazamos o ponemos en tela de juicio (todo) porque proviene de un "falso"maestro, de un Ser imperfecto, que es incapaz de integrar en su vida cotidiana todas y cada una de las lecciones y de las enseñanzas que está comunicando. 


Todos tenemos cosas que enseñar y que aprender y considero que la actitud que más nos abre las puertas al prendizaje y que mantiene elástica nuestra mente, es aquella nos hace aceptar aquello que resuena como verdad dentro de nosotros, pero sin fanatismos, sin tomarlo por ese solo hecho como una verdad inmutable, dejando la puerta abierta a que esa verdad evolucione o simplemente deje de serlo frente a otra aún mayor que aún no estamos preparados para aceptar o asimilar. 

Lo mismo ocurre para aquello que rechazamos con fuerza porque no resuena en nosotros, porque está en contra de nuestra lógica o creencias, porque en efecto debemos dejarlo de lado, pero conservando el beneficio de la duda, dejando la puerta abierta a la sorpresa y a que tal vez, más adelante, eso que rechazamos o dejamos de lado, se convierta en una nueva verdad. Esto evita que nos estanquemos y radicalicemos. La medicina, la tecnología, la ciencia como tal, nos dan muestras de los constantes cambios de "verdades" que han permitido evolucionar a más y mejores maneras de curar enfermedades, de hacer intervenciones quirúrgicas, de comunicarnos, de entender el mundo, etc.

En mis comienzos tuve mucha suerte, si así podemos llamarla, porque opté por seguir una extraña, pero fuerte sensación en mi interior, cuando la primera persona de referencia que reconocí como muy avanzada, me dijo que las runas le indicaban que yo estaba en búsqueda de un guía espiritual y que había llegado al sitio preciso porque él sería mi maestro... 

Es cierto que cualquiera con un poco de sentido común habría salido corriendo; pero no es lo que normalmente ocurre. Tenía 22 años y recién había vivido una experiencia impactante para mí. Había nacido en una familia con arraigadas creencias religiosas. Mi madre se reveló ante estas creencias porque decía que en su infancia y adolescencia le hicieron creer que todo lo que hacía o dejaba de hacer estaba mal, que era pecado y vivía limitada. Por ello decidió no enseñar a sus hijos (a mi hermano y a mi), ninguna religión, solo se limitó a decirnos que había un Dios, que era un Ser de amor, que todo lo podía, y con el que podíamos comunicarnos directamente por nosotros mismos, en cualquier lugar y momento si así lo queríamos. En las noches nos invitaba a orar, a hablar con él y nuestra abuela trataba de que así fuera. Sin embargo, a medida que crecía, no me ocupaba de orar, ni tenía interés en validar o no estas creencias. Sencillamente me dedicaba a mis estudios y a mis amigos, a bailar y a cantar. 


La vivencia detonadora.


Para mí no había nada más ni me interesaba saberlo. Hasta que de pronto... tuve una fuerte experiencia personal... esa típica que te pone a pensar en la vida y hacerte las grandes preguntas... quién soy? hay algo más allá? Y si lo hay, qué es? cómo puedo saberlo?. Todo esto estalló dentro de mí luego de que una tarde "presintiera" que mi hermano iba a tener un accidente, y lo tuvo, esa misma noche. 

La sola palabra presentimiento era extraña para mí, no estaba en mi vocabulario y me sonaba a cosas de las que hablan las abuelas, así que cuando mi boca la pronunció para explicar la angustia que sentía, fue muy desconcertante para mí, pero más lo fue cuando sentí la certeza de que algo malo le iba a ocurrir a mi hermano e hice varios preparativos para estar lista para ese momento y todo encajó a la perfección. 



No fue un accidente mortal, pero pudo serlo. Se volcó con su coche en la madrugada, perdió el conocimiento por un tiempo debido a un fuerte golpe en la cabeza, se fracturó la clavícula y tuvo luxación del hombro izquierdo. Desde ese momento, quise saber, quise experimentar las fuerzas, la conexión que me habían llevado a tener esa experiencia... al principio solo quería explicaciones y luego todo se convirtió en un enriquecedor viaje de crecimiento personal y despertar de la consciencia, un viaje que nunca acaba y en el que siempre estamos aprendiendo y creciendo.

Con esa edad y esa enorme curiosidad, empecé a buscar quien me diera alguna explicación que fuera creíble para mí y fue así cuando llegué a casa de este guía espiritual, un astrólogo que también trabajaba con runas (en mi vida había visto unas) y que gozaba de reconocimeinto en el medio. Pude haber creído que él era mi guía y quién sabe cómo habría sido esa relación alumno-discípulo... 

Lo cierto es que sentí que dentro de mí resonaron varias verdades, varias respuestas que satisfacían algunas dudas, y que abrían el paso a nuevas preguntas. Lo demás, sencillamente lo descarté y no volví a verle. Seguí mi propio camino, bajo mi propia guía, conocí a muchos otros "maestros", llegaron a mí libros de sabiduría y mejor aún, llegaron las experiencias que me han permitido integrar algunas de esas lecciones aprendidas.

Me gusta considerar al Ser humano como un diamante, con lados puros, cristalinos y bien tallados, y otros lados, aún con impurezas, en bruto, que necesitan ser pulidos y ese proceso de hacer brillar y cristalizar todo ese diamante que está en nuestro interior, es lo que muchos llaman crecer, despertar. Esto no se logra si rechazamos, ocultamos o enjuiciamos nuestras sombras, las partes oscuras de nuestro diamante, porque son parte de nosotros mismos. No hay reconciliación ni crecimiento posible si no aceptamos todas y cada una de las partes de nuestro Ser, pero esto es parte de otro artículo.


"Si encuentras al Buda en el camino, mátalo"


Para concluir, deseo reproducir una breve parábola budista que me impactó mucho la primera vez que la escuché: "Si encuentras al Buda en el camino, mátalo". Esto viene de una filosofía que respeta toda forma de vida por el solo hecho de serlo, así que me impactó mucho el escucharla. Resume muy bien el mensaje que deseo transmitir con la búsqueda y muerte del maestro: La maestría, el maestro, la sabiduría, está en nuestro interior; no está afuera, no hace falta "seguir" a nadie; observa con cuidado a quienes se autoproclamen maestros o salvadores, el maestro no está fuera de ti, enriquece tu interior, conéctate con tu propia sabiduría interna y el verdadero maestro despertará. 

Quédate con los mensajes que te hagan sentir que tienes el control de tu vida, que tienes las herramientas o están a tu alcance para solucionar tus desafíos, que no fomenten la culpa ni el resentimiento ni la crítica hacia ti mismo o hacia los demás, que hable de responsabilidad, de compasión, de superación, de perdón y que en definitiva te hagan sentir empoderado. Es importante seguir nuestro corazón, sin perder el sentido común y el discernimiento. El equilibrio, como siempre, es la clave de todo.